El ritmo energético del año

Rueda del año
Autora: Susana Ortega, exploradora incansable de mundos invisibles. Contadora de historias y viajera en el tiempo.

Autora: Susana Ortega, exploradora incansable de mundos invisibles. Contadora de historias y viajera en el tiempo.

Todo surge cuando la Tierra se sumerge en la oscuridad y la energía yin[1] va cubriéndolo todo. Samain, la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, es la celebración del comienzo del año celta, donde se desarrollan los ritos de paso, de gratitud y el recuerdo de los ancestros. Uno mira hacia atrás y agradece todo lo sucedido para seguir hacia adelante. El Sol surca los cielos sobre el penetrante y enigmático signo de Escorpio en el momento en que los días serán cada vez más cortos. El silencio, la quietud y la espera se respiran en el ambiente, mientras la muerte y el renacimiento son honrados y celebrados. La naturaleza se ralentiza a la vez que la tierra guarda y atesora sus energías preparándose para las largas noches de invierno. En la noche de Samain, el velo entre los mundos es más débil y el contacto con la Isla Sagrada es más fácil y fluido. El fuego del anochecer guía el destino, dejando atrás lo viejo se inicia un nuevo camino.

Durante el solsticio de invierno, se celebra Yule (21-22 de diciembre). Las antiguas culturas honraron la noche más larga celebrando que la luz gana la batalla, pues el Sol renace prometiendo el retorno de la vida en la Tierra. En los días siguientes al solsticio, la quietud es absoluta pero al tercer día, la esperanza retorna. El frío del invierno complica la actividad a la intemperie. La calidez del hogar reconforta y propicia dulces y bonitos sueños. El nuevo sol ilumina y, según va teniendo más fuerza, materializa todas las aspiraciones que se anhelen. Es un momento de sueños y cultivo de la energía interna.

Los duros días invernales van quedando atrás. El aire se siente y huele diferente, algo está cambiando en el ambiente. Imbolc (1 de febrero) enciende los fuegos internos, la tierra se caldea y las semillas que contiene comienzan a moverse. La llama de Brigid, en forma de inspiración, desciende a la Tierra e inflama los corazones. La luz va tomando cuerpo y mientras el Sol recorre el pragmático signo de Acuario, la energía grupal se moviliza, se acceden a nuevos conocimientos, se sienten las locuras y uno toma conciencia de que puede convertirlas en realidad.

El efecto visible del equinoccio de primavera es la idéntica duración de la noche y el día. A partir de ese momento, la energía yin deja que la energía yang[2] tome cada vez más protagonismo. Este equinoccio (21-22 de marzo) es la fiesta que abre la puerta donde la luz crece y nos llena de vida. Al igual que la savia sube por las plantas, un vigor interno aumenta la vitalidad en nuestro cuerpo. Toda actividad se incrementa y sentimos avidez por exteriorizar todo aquello que hemos estado preparando durante el invierno. Los verdes campos se adornan con las primeras flores, cuya fragancia nos despierta ganas de engalanarnos y compartir nuestra felicidad.

La luz va llenando los días a la vez que las flores brotan en los campos. Entre el equinoccio de primavera y el solsticio de verano se celebra Beltane (1 de mayo). A principios del verano, cuando los campos están repletos y prevén una buena cosecha, se festeja la bendición de la Diosa sobre la Tierra. Trascurridos seis meses desde la fiesta de Samain, los velos entre mundos se vuelven a abrir. En esta noche mágica transcurren muchos de los grandes acontecimientos de las historias celtas, tanto políticos como mágicos. Es tiempo de honrar y bendecir los ganados, los campos y al ser humano. Al igual que la naturaleza, el ser humano saca todo su potencial al exterior. Desde Beltane a Samain es posible vivir a la intemperie y así se celebra. Es un momento de estar abierto al amor, y si uno no goza de éste, crear su manifestación en nuestra vida.

El solsticio de verano (21-22 de junio) marca el comienzo de las lluvias veraniegas, que limpian y sanan todo lo que encuentran a su paso. El sol llega a su momento álgido y se celebra el día más largo del año. Su recorrido a través del signo de Cáncer genera una gran emotividad. La noche más corta del año es el resultado del triunfo total de la luz sobre la oscuridad. Sin embargo, a partir de ese día, la oscuridad irá ganando terreno. Empieza el verano astrológico y una época de trabajo duro (el final de la cosecha), así como su recompensa. Los sueños anhelados se encuentran en los campos y pronto serán cosechados.

Los campos dorados se extienden en la lejanía, el trigo está alto y es tiempo de cosecha. El 1 de agosto es la plenitud del verano, momento de la celebración de Lammas o Lughnasad, oportunidad de agradecer al universo todo aquello que ofrece, pues se verá multiplicado en la siguiente siembra. Lammas es la fiesta del pan que representa la materialización del trabajo realizado durante todo el año. El descanso es bienvenido como recompensa a los esfuerzos efectuados. Es un momento de distensión donde la tranquilidad mental, por la escasez de preocupaciones, provoca reuniones lúdicas, bajo las cuales los grandes acuerdos son posibles. Antiguamente, era el tiempo utilizado para las treguas militares, se disfrutaba de la música y la poesía, se realizaban intercambios económicos y se celebraban grandes asambleas para solucionar todo tipo de problemas políticos.

A partir de aquí, la calidez de los días se atenúa. Lentamente, la energía yin va ganando terreno y los días se acortan. Retorna el momento en que las horas de luz y de oscuridad son iguales, cuando se celebra el equinoccio de otoño (21-22 de septiembre). Las hojas empiezan a caer y un manto anaranjado va cubriendo los campos. Los manzanos, cargados con la esencia de la isla, ofrecen sus frutos. Los colores son más vivos y la luz otorga volumen a cada lugar. Con la segunda cosecha, se medita sobre el ciclo anual que llega a su fin regresando al principio donde se percibe la magia de la fiesta de Samain.

En la actualidad, estos días son celebrados por todas las tradiciones paganas. Cada una de ellas dota al significado genérico de una simbología acorde con sus creencias, ya sea basándose en una única energía femenina (la Diosa), en la dualidad Dios-Diosa, o en los múltiples dioses/representación o arquetipos de diferentes facetas de la energía primigenia.

 © Susana Ortega

Extracto del libro: Tras el velo de Avalon

[1] Energía yin: concepto taoísta que representa el principio femenino, tranquilidad, silencio, frío, profundidad…

[2] Energía yang: concepto taoísta que representa el principio masculino, acción, calor, movimiento…

[3] Wicca: religión neopagana. En el capítulo VII aparecen diversas anotaciones sobre los distintos tipos de paganismo. La wicca es un tipo de hechicería que se menciona por primera vez en las obras de Gerald Gardner.

La Rueda del año Celta

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