Mi camino siguiendo los pasos de María Magdalena

Basilique Sainte Marie madeleine
Eran tres las que siempre caminaban con el Señor: María su madre, su hermana y Magdalena, a la que llamaban su compañera
— Evangelio de Felipe
Autora: Susana Ortega, exploradora incansable de mundos invisibles. Contadora de historias y viajera en el tiempo.

Autora: Susana Ortega, exploradora incansable de mundos invisibles. Contadora de historias y viajera en el tiempo.

Cuando inicié el camino de María Magdalena desconocía las implicaciones que tendría en mi vida. Por primera vez no era la energía de un lugar sagrado que me llamaba para encontrarme con él, sino la propia María Magdalena me enviaba una invitación para  sumergirme en algo diferente.

Siguiendo sus pasos me aventure en la lectura voraz de cualquier libro sobre ella que caía en mis manos. Desde evangelios canónicos, apócrifos a canalizaciones e incluso lecturas banales. Algunos libros me entusiasmaron, otros rasgaron mi alma, y algunos, he de ser sincera, eran infumables. Podría decirse que en este primer momento fue Sophía quien me invadió. Su representante en la tierra para los gnósticos es María Magdalena, con lo que esta faceta suya, fue quien primero golpeó mi ser.

Al reflexionar en la actualidad sobre ese momento, fue una jugada muy astuta o “sabia” por su parte. La partida fue iniciada en mi cabeza, ganando mi admiración, haciéndome reflexionar sobre mi misma y toda mi existencia. Las bases en las que mi ser se aposentaba se quebraron. Afirmaciones que había dado por válidas “per se” o la estructura en la que basaba “mi mundo” desaparecieron. Tome una conciencia absoluta de cómo se pueden llegar a distorsionar cosas a través del silencio, de medias verdades y de mentiras completas.

 

Este sendero me llevó a realizar una reestructuración de mi mente y creo que podéis imaginar lo que viene después; cuando algo de ti cambia, el resto del ser lo acompaña.

Todos somos diferentes y únicos y María Magdalena nos habla según nuestra particularidad.

Lo que se inició para mí como un mayor conocimiento, un reconocimiento del mundo en que vivimos y una reestructuración total de mi persona me llevó a iniciar un camino vital.

Tras golpear mi cabeza me empeñé en realizar el viaje de otra manera, en la que el peregrino se abriera y abrazara a lo desconocido sin miedo a repercusiones, apostando por ser yo misma,  independientemente de quien fuera yo (sin juicios), de a quien le pesara o de lo que sucediera. Me abrí completamente a mi destino.

Era por el 2014 cuando realizaba por primera vez la ruta de María Magdalena en el equinoccio de Otoño y decidí entregarme al simbolismo del equilibrio, e instar a que el viajero entrara a través de la puerta que se abre en este momento en la Tierra Antes de ese viaje, un ritual iniciático, en el que me comprometía a transmitir abrirme totalmente al Ser planetario y a estar a su servicio pleno. Abrí la caja de Pandora.

 
 

María Magdalena, sin yo saberlo pero a través de esta provocación, me  retó de nuevo.

El reto me llevaría a rebasar mis propios límites. Los senderos por los que había transcurrido mi vida aunque sinuosos y con sus incidencias, los vería a partir de este momento como algo fácil, pues sería el momento de atravesar la puerta del Norte y comenzar un camino que me adentrara en la profundidad a través de mi feminidad, de la mujer dormida que en mi residía. No puedo decir que mi camino hasta ese momento hubiera sido dulce pero las pruebas a pasar me llevarían a una iniciación de vida, de esas que marcan cada segundo de tu existencia.

Supongo que en mi inocencia e inconsciencia, en mi aceptación total y sincera de mi destino en aquel ritual, me llevó a un despertar más duro del que yo pretendía. Aunque, no dudo, que lo necesitaba.

No creo que María Magdalena proponga un duro despertar. Ella es compasión y Amor incondicional. Pero supongo que tras varios años siguiendo sus pasos, decidió que estaba preparada para el salto y me costó algo más en este plano de lo que me hubiera gustado.

Su camino es consciente, sincero y único. La aceptación total de nuestro ser y destino.

Así no temas transitar por el sendero que ella propone, teme no llegar hacerlo. Sin este camino, nunca podrás decir que hayas vivido plenamente.

©Susana Ortega

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