El regreso al hogar tras un viaje a un lugar Sagrado
Al iniciar el regreso de cualquier lugar, nos cuesta retomar la vida diaria. Cuando nuestra energía personal, de alma, de vida se ha unido con una fuente primordial o a contactado con una energía especial en el planeta, nuestro sentimiento de separación se acrecienta, parece como que algo se haya roto en nuestro viaje de vuelta de aquello que nos hacía sentirnos felices, contentos y nos mantenía extasiados.
Todos sabemos que el equilibrio que consigue el ser humano en su caminar, no es la experimentación en lo sublime, sino su plasmación en la cotineanidad. Por este motivo, al regresar de una vibración alta o pura y enfrentarnos a nuestra vida, es un momento clave de concreción en la materia de tal altas vibraciones.
Cada viaje representa en nosotros una partida y un regreso, del cual ya no seremos los mismos, habremos plantado en nosotros semillas de cambio, semillas de potencialidad, semillas de concreción diferentes y al regresar nuestra vida habrá cambiado inamoviblemente, pues habremos vibrado en sensaciones y dimensiones que permitirán todo aquello que queramos pueda concretarse en nuestra vida.
El alejamiento de nuestro mundo, nos permite volver a el con la conciencia de otra perspectiva, y en cuanto hemos rozado lo Sagrado, nuestra alma toma responsabilidad de cambio continuo con nosotros y querrá llevar consigo y en toda actividad que tomemos parte la vibración que ha sentido.
De alguna manera, somos parte del lugar en el que hemos estado, nuestra alma ha reconocido la energía subyacente y activará esta energía en nuestra vida. Da igual como lo hayamos vivido, da igual lo que haya sucedido y desde que conciencia, nuestra alma sabe…
Al regresar y durante los cuarenta días siguientes a nuestro viaje, asentaremos en nuestro ser las experiencias vividas. En todo viaje, somos puestos de alguna manera “a prueba” y también somos agasajados con un maravilloso regalo de despedida. Es como si la experiencia del viaje, nos regalara el poder aprender algo que nos permitirá movernos de una manera diferente en nuestro mundo habitual. Por ello muchas personas experimentan obstáculos que vencer en el viaje, apegos de los que desprenderse, o pequeñas iniciaciones a lo más sagrado de la vida: Aprender a vivir. El regalo es que la experiencia alimenta nuestro ser y nos enseña internamente, nos fortalece y VIVIMOS.
Cada viaje que he realizado ha alimentado mi alma desde muchas perspectivas, y poco a poco aprendo que en cada momento tenemos la oportunidad de cambio, que miles de dimensiones son posibles en todo instante y que la magia de la vida, está en el camino de la misma.
Cada momento que vivo aprendo, que cada persona que acompaña mi caminar me enseña lo mas importante de la vida, y que el regreso de un lugar sagrado, como poco me da la experiencia necesaria para poder verlo todo en conjunto, sin mas pretensiones que las de saber que todo esta bien…incluso el momento que parece que no somos capaces de ajustarnos a este mundo…pues solo es eso un “reajuste” desde el cual aprendemos a vivir desde la energía que hemos vivido.
© Susana Ortega