Brocelandia, placer para los sentidos
No era mi primera experiencia con Viajes Sagrados, mi bautismo con Susana Ortega había sido en Avalon, Beltane en Abril de 2011 y por lo tanto mi alma ya estaba abierta a mágicas vivencias y sensaciones únicas.
Preparando el viaje varios nombres resonaban en mi cabeza, Bosque de Merlín, catedral de Chartres, alineamientos de Carnac, laberinto……..pero mi mente estaba en Mont San Michel. Una imagen que desde pequeña veía en la televisión y quedé enamorada, prendada del lugar; para ser honesta, hasta que llegué a la universidad no sabía exactamente dónde estaba pero me daba igual: Asia, América, Africa…………estuviera donde estuviera yo tenía que ir, el lugar me atrapó. Tuvieron que pasar muchos años, en concreto llegar a los 60 años, para ver cumplido mi sueño, y el corazón no dejó de palpitar aceleradamente cuando supe que por fin mi viaje empezaba.
Lo que no sabía cuando subí a ese avión era que desde el minuto uno, desde que pusimos los pies en Paimpont, pueblecito en el corazón del bosque de Brocelandia, atravesaría una puerta a otra dimensión. Una sensación de vivir flotando, ver la naturaleza con unos colores fuera de la paleta común………….colores intensos, olores profundos con una caricia constante en las mejillas, sólo allí puedes sentir de esa manera. El contacto con las piedras me llevó a mi ser más profundo y recorrer ese bosque, escuchando el silencio es pasear por el paraíso. Tuve visiones idílicas que se agolpaban sin parar delante de mis ojos y por primera vez el silencio fue música.
Estaba feliz y esperaba con impaciencia llegar a Mont San Michel, era mi destino, mi sueño y desde luego cuando llegamos a la duna desde donde íbamos a comenzar la travesía hacia el monasterio, con la primera visión creí que mi pecho explotaba, me calmé con una meditación que hicimos y comenzamos a andar hacia mi destino…..mi mirada fija, concentrada miraba esa silueta que parecía salir de un cuento de hadas. Fue comunión perfecta, a medida que nos acercamos la silueta aumentaba de tamaño, nuestros pies mojados, continuamente acariciados y poco a poco esa silueta quedó esculpida en mis pupilas y me acompañará hasta el final de mis días. Fue una de las sensaciones más impactantes que he vivido; no sé qué tiene el lugar pero aseguro que es mágico y único. El resto del día lo pasé como hipnotizada y miraba a todas partes como una posesa. Mi pensamiento volaba aquí y allá sin posarse en ningún lugar concreto.
Ya estaba satisfecha y todo el resto del viaje sería para mi un regalo, una propina pero desde luego fue la propina más generosa que cualquiera pueda conseguir…visitar el subterráneo de la catedral de Chartres por la noche, a oscuras, con velas y esas voces que nos acompañaron y como colofón entrar en la catedral y mirar la luz que se colaba por el rosetón de la fachada principal es una experiencia difícil de describir…………Gracias Susana por regalarnos esas sensaciones y ponerle un lazo grande a ese regalo; en esta ocasión el lazo fue recorrer por la mañana, a primera hora, sin gente, el laberinto de la catedral…………….Qué lazo¡¡¡¡¡¡¡¡¡Gracias de nuevo.
Elisa Beltrán Giner.