Sentir la energía de un lugar Sagrado
Al reconocer nuestra propia energía estamos mejor preparados para poder sentir mejor la energía de nuestro alrededor, poder distinguirla, y según el caso, unirnos o separarnos de su influjo. Conectando con nosotros es más fácil separarnos del otro y poder saber cómo su energía interfiere con la nuestra. Aunque sea obvio, la energía que más nos cuesta sentir es la propia, pues nos negamos a sentir ante nosotros y ante los demás. ¿Cómo vamos a demostrar que tenemos miedo o que estamos tristes?, ¿hay que crear una máscara para ocultar todo esto? Y nuestro armario se va llenando cada día de más máscaras.
Al acabar el día, en la tranquilidad de la noche, me estiro en la cama y dejo libre mi pensamiento un instante. Es el mejor momento del día, cuando me permito sentir completamente sin engaños ni disimulos. Cierro los ojos y simplemente siento.
En ese instante es cuando conecto totalmente con mi estado anímico, con mi estado corporal y energético. Siento tanto las emociones como perturbaciones del día. Y me doy cuenta que ha valido la pena (incluso cuando el día no ha sido bueno).
Así aprendí a conectarme conmigo. Tras realizar esto por la noche, me resulta mucho más fácil entenderme durante el día y sentirme en todo instante; sentir cómo varían mis emociones o cómo navego en mis pensamientos.
Hace mucho tiempo que realizo mi extraña meditación, mi conexión completa conmigo misma, sin máscaras, sin miedos, y desde entonces soy más feliz. Desde luego, soy más Yo.
Y desde entonces, he dejado un espacio abierto para Sentir…los Lugares Sagrados a los que viajo. Tengo un hueco para comunicarme con ellos, para sentir su esencia y para comprender el maravilloso Universo en el que estamos inmersos.
A lo mejor no me crees cuando te cuento que es más fácil sentir la energía del lugar de lo que puedes pensar. Lo es, te lo aseguro. ¿Cómo se hace? ¿Cómo se siente? No hay reglas, te contaré cómo lo hago yo para incitarte a conectar contigo mismo y, desde tu interior, poder lograr la apertura al sentir el lugar sagrado.
Una respiración profunda e intento relajar los músculos, siento mis tensiones, mi cuerpo, mis pensamientos y sobre todo mis emociones. Me conecto con las emociones de mi cuerpo para saber cómo estoy y quién soy. En ese instante paseo por el lugar, abro los ojos y siento cómo cambia mi cuerpo, mis sensaciones, cómo cambia mi energía. Siento si me revitalizo, o si me relajo, si me expando o contraigo, si me abstraigo o emociono, o si no siento nada. Todo es posible en esta maravillosa Tierra.
Para mí es un juego, me gusta montarme en la montaña rusa de mis emociones para comprenderme más cada instante. Y me gusta notar cómo los lugares sagrados potencian, calman o sencillamente endulzan nuestra vida. Puedo rememorar lugares y sentir aquella fuerza o poder que me trasmitieron en cada momento.
Al pisar Glastonbury, inmediatamente un bálsamo de amor envuelve mi alma. Dentro de su tierra, en cada lugar cambio, dependiendo de la energía que el lugar me ofrece. Por ejemplo en el Tor estás abierto a la inspiración y sientes como ésta te invade el cuerpo.
Cuando me encuentro en Sedona, la fuerza y potencia invade todo mi ser, altera mis patrones, y ejecuta mis cambios más profundos. Al borde del Gran Cañón una sensación de conexión con la tierra, con su potencia y con su maravilloso ser. En Egipto, sus aromas embriagan mi ser y me conecto con mi parte más sutil. Cada lugar una sensación, una impronta, una añoranza, una esencia, un camino de aprendizaje.
Todas estas sensaciones invaden mi cuerpo y son aderezadas muchas veces con un ligero mareo en mi cabeza. Cuando la conexión es completa, al pararme en el lugar donde estoy, un ligero balanceo se apodera de mi cuerpo, estableciendo una unión con el lugar y sabiendo que su energía me ha impregnado, sanado, reconstituido o alimentado. (Cada uno sentirá algo diferente en cada momento y en cada lugar).
Cuando piso la montaña Sagrada de Shasta, su poder ancestral, su potencia volcánica, me invaden y sé que existen otros mundos y dimensiones en ese mismo instante. Todas interfiriendo conmigo, todas a un mismo tiempo jugueteando juntas. La primera vez que estuve en la Montaña me hizo llorar de felicidad por su belleza, por sus sensaciones y por cómo me acogió.
En México fue donde me inicié en lugares Sagrados, dónde aprendí que los lugares Sagrados que están activos del planeta activan en nosotros la potencia del cambio o la transformación completa. Y para ello no es necesario hacer nada, simplemente estar es suficiente. Me sentí viva al pisar su tierra. Y al pisar Teotihuacan y subir a la pirámide de la Luna el cambio se hizo realidad en mi vida. Aquí pedí el deseo de viajar y desde entonces no he parado de hacerlo.
En los bosques de Merlín sentí la esencia y el poder femenino de la Dama del Lago, la fuerza embriagadora del poder antiguo de los druidas.
Un paseo bajo la luna también me ha transformado. Bajo su influjo mágico escribo mejores poemas y me embarco en las más poderosas aventuras. Y el paseo bajo la luna a orillas del Gran cañón es un espectáculo que uno no debe perderse mientras está sobre la tierra.
Cuántos sitios sagrados, cuánta maravilla para Sentir… pero lo mejor de todo es Sentir lo Sagrado de nuestro interior, sentir el poder ancestral que llevamos dentro, la conexión con la naturaleza y el ser eterno del Universo, y desde aquí obrar consecuentemente.
No en todos los sitios te sientes como en casa, ni en todos los sitios la energía es la misma. El lugar te espera para que te tomes un instante, para que conectes contigo, para que conectes con él, y que con ello consigas potenciar, activar o iniciar todo el cambio y posibilidad que tienes ante ti
Somos energía en un Universo que es pura Energía y jugar con ella, sentirla y amarla es la clave para ser feliz en esta Tierra. Fundirnos con el cosmos es simplemente abrirse a él y dejarte embriagar por su energía, por su fuente de vida inspiradora y transformadora.
Estas palabras tan bonitas, este sentir tan espiritual tiene una contrapartida, que es aceptar en todo momento que aunque somos artífices de nuestra propia vida a la vez somos parte de un Universo que tiene abiertos unos senderos ante nosotros por los que aprendemos. Y dejarnos llevar por ellos, sin miedos, es el reto mas poderoso que el ser humano tiene en este momento.
© Susana Ortega